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Tragedia en San Cristóbal: hombre muere durante accidente de tránsito
San Cristóbal, R.D. – Un trágico accidente de tránsito cobró la vida de un hombre la mañana de este jueves en la provincia de San Cristóbal, generando consternación entre los residentes de la zona. La víctima fue identificada como Pablo Rosario Sánchez, de 39 años de edad, quien perdió la vida tras un violento choque ocurrido en una de las vías principales del municipio cabecera.
Según informaron las autoridades, el accidente tuvo lugar alrededor de las 7:15 a.m., cuando el vehículo en el que se desplazaba Pablo colisionó con otro automóvil en circunstancias que aún se investigan. Testigos del hecho aseguran que el impacto fue tan fuerte que el cuerpo de la víctima quedó atrapado entre los hierros retorcidos del automóvil.

Miembros del Sistema de Emergencias 9-1-1 acudieron al lugar minutos después del siniestro, pero lamentablemente, el hombre ya no presentaba signos vitales al momento de su extracción. Su cuerpo fue trasladado al Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) para los fines correspondientes.
Una pérdida irreparable
Pablo Rosario Sánchez era conocido en su comunidad por ser un hombre trabajador, respetuoso y dedicado a su familia. Deja en la orfandad a dos hijos menores de edad y a una esposa devastada por la noticia. Vecinos y allegados describieron a Pablo como “un hombre alegre, humilde y siempre dispuesto a ayudar a los demás”.
“Todavía no lo creemos. Apenas ayer lo vimos en la tienda del barrio riéndose, saludando a todos como siempre. Es una pérdida muy dura para todos nosotros”, expresó entre lágrimas uno de sus amigos de infancia.
¿Qué causó el accidente?
Aunque las autoridades no han emitido un informe oficial con las causas exactas del accidente, se presume que la velocidad excesiva y la falta de precaución al conducir en horas pico podrían haber sido factores determinantes. Las investigaciones están siendo llevadas a cabo por miembros de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT), quienes ya revisan las cámaras de seguridad de la zona.
San Cristóbal, como muchas otras provincias del país, ha registrado un aumento en los accidentes de tránsito en los últimos meses. Organizaciones comunitarias y autoridades locales han reiterado el llamado a una mayor conciencia vial, así como a reforzar los controles de velocidad y el respeto a las señales de tránsito.

Dolor y llamado a la prevención
El cuerpo de Pablo Rosario será velado en su residencia del sector Las Flores y se espera que el sepelio se lleve a cabo este viernes en el cementerio municipal. La familia ha solicitado privacidad en este momento de profundo dolor.
Esta tragedia ha vuelto a encender la alarma sobre la necesidad urgente de mejorar la educación vial y garantizar medidas más estrictas en las carreteras. “No podemos seguir perdiendo vidas de esta manera. Cada día que pasa, una familia dominicana queda destrozada por un accidente que pudo haberse evitado”, comentó una representante comunitaria de San Cristóbal.
Una vida que se apaga, un pueblo que llora. Paz a los restos de Pablo Rosario Sánchez. Que su partida sirva como recordatorio de la fragilidad de la vida y la urgencia de manejar con responsabilidad.

El Secreto de los Gemelos en la Acera
El Secreto de los Gemelos en la Acera

Era una tarde fría en São Paulo.
El ruido del tráfico y las bocinas llenaba la avenida cuando el multimillonario Pedro Monteiro bajó de su coche negro para dar un breve paseo.
Acababa de salir de una reunión tensa — con la cabeza llena de números, plazos y decisiones — cuando un llanto débil rompió el ruido de la ciudad.
En la acera, una mujer yacía desplomada, pálida y temblando, con una bolsa gastada a su lado.
A su alrededor, dos bebés gemelos lloraban desesperados, tirando de la manga de su madre para intentar despertarla.
Sin pensarlo dos veces, Pedro corrió hacia ellos.
— ¿Señora, me escucha? — preguntó, arrodillándose a su lado.
No hubo respuesta.Se quitó el saco y cubrió sus hombros con cuidado, mientras una pequeña multitud comenzaba a reunirse.
Pero al mirar a los bebés, Pedro se quedó paralizado.
Tenían los mismos ojos azules que él.
El mismo cabello castaño.
Incluso el mismo hoyuelo en la mejilla izquierda que lo acompañaba desde niño.
Era como mirar dos pequeñas versiones de sí mismo.
Pocos minutos después, llegó la ambulancia y los paramédicos colocaron a la mujer en una camilla.
Cuando preguntaron con quién se quedarían los niños, los gemelos se aferraron a las piernas de Pedro y comenzaron a llorar aún más fuerte.
— Señor — dijo uno de los socorristas en voz baja — parece que lo conocen.
Mientras la ambulancia se alejaba, Pedro quedó allí, inmóvil en medio de la calle, sosteniendo a los dos bebés en brazos, rodeado de flashes de curiosos —
el millonario de traje impecable, abrazando a dos hijos de una mujer desconocida… idénticos a él.
Esa noche, Pedro no pudo dormir.La imagen de aquellos rostros — su propio reflejo — lo atormentaba.A la mañana siguiente, llamó a su abogado.
— Descubra quién es esa mujer. Ahora.
Horas más tarde, el informe llegó.
Su nombre era Camila Duarte — una exempleada de su empresa que había desaparecido hacía cinco años sin dejar rastro.Pedro sintió que el piso se le desmoronaba bajo los pies.La recordaba.
Una joven dedicada, dulce… y un breve romance que él había preferido olvidar.
Cuando llegó al hospital, encontró a Camila despierta, pero débil, con los ojos llenos de lágrimas.Lo miró en silencio — un silencio pesado, lleno de respuestas que él no quería oír.
En sus brazos, los gemelos dormían tranquilos, ajenos al torbellino que los rodeaba.
Pedro tragó saliva.
— ¿Son… mis hijos? — preguntó, con la voz entrecortada.
Camila asintió, dejando que las lágrimas cayeran por su rostro.
— Intenté decírtelo… pero me despidieron antes de que pudiera. Después, no quise nada de ti. Solo crié a mis hijos con lo poco que tenía.
Pedro se arrodilló junto a la cama, sin palabras.
Toda su fortuna, su poder y su prestigio no valían nada frente a esas dos pequeñas vidas — las que nunca supo que existían.
En ese instante comprendió que el destino lo había detenido en aquella acera por una razón.
Y por primera vez en muchos años, Pedro Monteiro lloró.
Porque, entre el concreto y el caos de São Paulo, no encontró solo a una mujer en apuros.
Encontró la verdad, el arrepentimiento… y los hijos que el tiempo le había ocultado.