«Si me rapas… te mato» | El ranchero bajó la navaja… e hizo lo que nadie esperaba
-
En los llanos resecos de Kansas, a unas leguas al norte de Dutch Sery, un roble muerto extendía su rama más gruesa como si fuera la orca del mismísimo [ __ ] De aquella rama colgaba Jos y Heo, 22 años recién cumplidos, los brazos en alto, las muñecas atadas con cáñamo crudo que ya le había abierto la piel. El sol le había quemado la cara, los labios rotos, la camisa hecha girones, una herida fea y profunda en el muslo derecho que aún sangraba lento.
-
Llevaba dos noches sin dormir, apenas un sorbo de agua que le habían echado encima para que no se muriera antes de la vergüenza pública. La sentencia era clara. Le raparían la cabeza al cero, la pasearían por la calle principal de Dodge para que todos vieran lo que pasa cuando una mujer roba un caballo. Después la dejarían irse si es que alguien la quería después de eso.
-
El hombre elegido para cortarle el pelo se llamaba Elías W. 48 años, viudo, sin hijos vivos, dueño del rancho Tres Cruces, que ya casi no tenía vacas. vestía chaleco negro, sombrero bajo, pañuelo rojo al cuello. En la mano derecha llevaba una navaja de barbero que brillaba como un pedazo de hielo bajo el sol. Se paró frente a ella.
-
El caballo de Elías, un alazán viejo llamado Rayo, resoplaba a su espalda. José levantó la cara. Tenía los ojos verdes, llenos de polvo y de rabia. Si me tocas un pelo, te mato”, dijo con voz ronca, pero firme. “Te juro por Dios que te mato.” No era amenaza de niña, era promesa de alguien que ya no tenía nada que perder. Elías la miró largo.
-
Había visto ojos así antes, los de su hija Clara, cuando la fiebre se la llevaba a los 15 años. Los mismos ojos que le decían, “Papá, no me dejes.” ¿Qué pasó de verdad, muchacha?, preguntó en voz baja. José tragó sangre y saliva. Mi tío Silas me vendió a un ganadero de Texas que paga bien por carne fresca. Me escapé.
-
Tomé el caballo para correr, no para robar. Si me rapas, me encuentran. Y si me encuentran, prefiero morirme aquí colgada. Elías sintió que algo se rompía dentro de su pecho, algo que llevaba años muerto. Recordó la última frase que Clara le susurró antes de cerrar los ojos. Si tú no te salvaste, papá, salva a alguien más.
-
Sin decir palabra, Elías guardó la navaja, sacó su cuchillo Bogi y de un tajo cortó la soga. Josie cayó de rodillas jadeando. W, ¿qué demonios haces? gritó el Sharf Pun desde 20 varas, ya encañonándolo con el Winchester. Elías no contestó, levantó a José en brazos como si no pesara nada, la subió al lomo de rayo y montó detrás. Espoleó al caballo justo cuando la primera bala levantó polvo a sus pies.
-
Son míos ahora! Gritó el serifador war. Pero Rayo ya galopaba hacia el horizonte con dos almas encima y cuatro demonios atrás. La casa. Detrás venían Salas Heo, el tío y tres de los peores hombres que jamás pisaron Kansas. Los hermanos Crover, Luke, Jess y el menor Tom Tom y un mestizo apache renegado al que llamaban el cuervo.
-
Todos con órdenes claras. Traer a la muchacha viva o muerta, pero preferible viva para cobrar el resto del dinero. Elías conocía el terreno. Tomó por el lecho seco del arroyo Smoky Geo, levantó polvo falso hacia el este y luego dobló al norte, hacia los pastizales altos, donde el viento borra las huellas.
-
José se agarraba al lacribre y de miedo. “No mires atrás”, le dijo Elías. Ya no huyes, ahora vas hacia adelante. Ella apoyó la cabeza en su espalda agotada. ¿Por qué lo hiciste, viejo? Te van a colgar a ti también. Porque alguien tiene que empezar a hacer las cosas bien en este maldito mundo. Respondió él sin dejar de galopar.
-
Al caer la tarde encontraron refugio en un viejo corral abandonado de los tiempos del ferrocarril. Elías bajó a José, le vendó la pierna con tiras de su propia camisa, le dio agua del cantimploro y un pedazo de cesina dura. Tienes que comer dijo. No puedo. Me duele todo. Come o te meto el trozo en la boca yo mismo.
-
Ella sonrió por primera vez. Una sonrisa pequeña, rota, pero real. Siempre eres así de dulce con las prisioneras. Solo con las que me amenazan de muerte. El primer día se quedaron callados mirando el fuego pequeño que Elías encendió con boñigas secas. El cielo estaba lleno de estrellas que parecían balas de plata.
-
¿Tienes nombre de pila o solo te dicen el viudo Born? Preguntó ella. Elías. Y tú eres Josefine, ¿verdad, Josie? Nada más. Josefine suena a mujer que se queda en casa abordando. Pues Josie, mañana vamos a cruzar el Orkenso. Después nos metemos en territorio Comanche a Jin. Y el Sharf Bun se atreve. Ella lo miró seria. Ellos no van a parar.
-
Mi tío no para nunca cuando hay dinero de por medio. Entonces nosotros tampoco paramos. La noche de los lobos. A medianoche oyeron los coyotes, pero no eran coyotes, eran los crder silvando como animales para localizarlos. Elías apagó el fuego, cargó a José otra vez y salieron al trote. La luna llena los delataba como un farol. En un cerrito pelado los alcanzaron.
-
Luke Crocder disparó primero. La bala rozó la oreja de rayo que se encabritó. Elías y José rodaron por el suelo. Elías sacó su colt el 76 y respondió al bulto negro que bajaba la ladera. Un grito, un caballo que se derrumba. Uno menos. Josie, atrás de esa roca. Ordenó. Ella gateó la pierna sangrando otra vez.
-
Elías se quedó de pie, recargando con calma mientras las balas levantaban tierra a sus botas. Ríndete, War. gritó Silas Hal. La muchacha es mía por sangre y por ley. La ley no vende a las sobrinas, hijo de [ __ ] Respondió Elías y disparó dos veces más. Jaz Crutor cayó con un agujero en la frente.
-
Tom Ton, el menor, soltó el rifle y salió corriendo como liebre. Solo quedaban silas y el cuervo. Entonces pasó algo que nadie esperaba. Josie desde atrás de la roca tomó el deringue que Elías llevaba en el chaleco. Dos tiros calibre pun41, el salvavidas de las viudas. Apuntó temblando, pero apuntó bien. El primer tiro le voló el sombrero a su tío.
-
El segundo le atravesó el hombro derecho. Sila soltó un alarido y soltó las riendas. Su caballo se asustó y lo arrastró 20 varas antes de que pudiera parar. El cuervo, viendo que la cosa se ponía fea, levantó las manos y se perdió en la oscuridad. Silencio. Solo el viento. Elías se acercó a Josie. Ella seguía apuntando al vacío, llorando sin ruido.
-
Dame eso, pequeña dijo suave, quitándole el deringue. Ya pasó. No pasó. Soyosó ella. Nunca pasa. Siempre vuelven. Esta vez no, respondió él abrazándola fuerte. Esta vez yo estoy aquí hacia el río. Amanece rojo. Rayo cogea de una pata, pero aún camina. Elías carga a José en brazos la mayor parte del camino porque la herida se abrió otra vez.
-
Al mediodía llegan a Orkenso ancho y marrón con sauces en las orillas. Allí, en una curva del río, hay una cabaña vieja de tramperos abandonada. Elías entra, revisa, limpia, encuentra café viejo, harina, un poco de sal, hace fuego. José duerme por primera vez en tres días profundamente como niña. Cuando despierta ya es tarde.
-
Elías está sentado en el umbral limpiando el ct. “¿Cuántos días tenemos antes de que vengan más?”, pregunta ella. Lo suficientes, dice él. Descansa. Mañana seguimos al territorio indio. Allí hay un médico chyene que me debe un favor. Te va a curar esa pierna. Ella se incorpora, se arrastra hasta él y apoya la cabeza en su hombro.
-
Y después, después decides tú. Te doy un caballo, dinero, lo que quieras. O te quedas en el tres cruces. Allí siempre hará falta alguien que sepa disparar un deringue con tanta puntería. José ríe bajito. Me estás ofreciendo trabajo, viejo? Te estoy ofreciendo un hogar si lo quieres. Ella lo mira a los ojos.
-
Por primera vez no hay miedo en ellos. Solo algo nuevo, algo que parece esperanza. Un hogar suena bien, susurra. Pero primero tenemos que llegar vivos. Elíase. Serio. Llegaremos. Te lo juro por clara. En la distancia, muy lejos, se oye el trueno de cascos. Tal vez sean búfalos. Tal vez no. José toma la mano de Elías. Él la aprieta fuerte. El sol se hunde detrás del río como una moneda de fuego.
-
Dos almas solitarias, un caballo cojo y un futuro incierto. Pero por primera vez en mucho tiempo, ninguno de los dos está solo. Y la historia, la historia apenas comienza. Yeah.