Madrastra ENTIERRA VIVO al hijo del millonario, la EMPLEADA hace un milagro que deja a todos…

Madrastra ENTIERRA VIVO al hijo del millonario, la EMPLEADA hace un milagro que deja a todos…

Cuando María acabó aquella tierra en plena madrugada, no sabía que estaba desenterrando el mayor secreto de una familia millonaria. Lo que parecía ser el final de la vida de Diego de 6 años era solo el comienzo de una trama aún más siniestra.

Pero lo que la empleada descubrió sobre la madrastra después de eso lo cambiaría todo para siempre. Y no vas a creer de lo que esta mujer era capaz. María despertó en medio de la noche con un sobresalto. Algo la había despertado, pero no sabía qué. Se quedó inmóvil sobre el colchón estrecho, agusando el oído. El silencio de la mansión era total. Como siempre a esa hora. Don Roberto dormía en su habitación del segundo piso. La señora Valentina a su lado.

Los niños Diego y Sofía en sus respectivos cuartos. Todo debería estar en paz. Pero algo no estaba bien. Un gemido, débil, lejano, pero inconfundible. María se incorporó lentamente, su corazón comenzando a latir más rápido. Había sido su imaginación. Trabajaba para la familia Vega desde hacía dos años y conocía cada sonido de esa casa. Este era diferente.

Se dirigió descalza hacia la pequeña ventana que daba al jardín trasero. Las baldosas frías del piso le provocaron un escalofrío que le recorrió la espina dorsal. Apartó la cortina con cuidado y miró hacia afuera. El jardín se extendía perfecto bajo la luz de la luna llena. Las rosalas que la señora Valentina tanto cuidaba se veían impecables.

Cada arbusto podado con precisión militar. Pero algo estaba fuera de lugar. Cerca de las rosas rojas, la tierra estaba revuelta. María frunció el ceño. Esa tarde había limpiado las hojas caídas de esa misma área. La tierra había estado lisa, perfecta. Ahora se veía como si alguien hubiera estado cabando.

Montículos pequeños de tierra oscura contrastaban con la perfección del resto del jardín. Un nuevo sonido llegó hasta ella, esta vez más claro, un gemido ahogado, como si alguien tratara de gritar, pero no pudiera. El sonido venía directamente de la zona donde la tierra estaba removida. María se alejó de la ventana, el corazón golpeándole contra las costillas. Sus manos temblaron mientras buscaba la bata que colgaba detrás de la puerta.

¿Estás imaginando cosas? Se murmuró a sí misma. Son casi las 3 de la mañana, María. Tu mente te está jugando trucos y pero el instinto que la había ayudado a sobrevivir 45 años, que la había llevado a criar sola a su hijo y a cuidar de su madre enferma, ese mismo instinto le gritaba que algo estaba terriblemente mal.

Se dirigió hacia la puerta trasera de la casa. Sus pies descalzos no hicieron ruido sobre el mármol del pasillo de servicio. La puerta se abrió sin resistencia y el aire fresco de la madrugada le golpeó la cara. El jardín estaba en silencio. Demasiado silencio. María avanzó lentamente hacia las rosaleras, cada paso más cauteloso que el anterior. La hierba húmeda por el rocío le mojó los pies, pero no se detuvo.

Cuando llegó al área donde había visto la tierra removida, se agachó para examinarla más de cerca. Definitivamente alguien había estado cavando aquí. La tierra estaba suelta, fácil de mover, como si hubiera sido removida recientemente. Pequeñas piedras y pedazos de raíces se esparcían alrededor del área alterada. Se quedó inmóvil escuchando.

El viento movía suavemente las hojas de los árboles, pero nada más. Tal vez había estado imaginando los gemidos. Tal vez era solo un animal herido que había pasado por el jardín. Estaba a punto de regresar a su cuarto cuando lo escuchó otra vez. un grito ahogado, débil, pero inconfundible que parecía venir de debajo de la tierra.

María se quedó paralizada. Su mente racional le decía que era imposible. Nadie podía estar enterrado en el jardín de la familia Vega. Era una idea absurda, producto de una imaginación alterada por el cansancio y la oscuridad. Pero el sonido había sido real. Estaba segura. Se incorporó y miró hacia la mansión. Todas las ventanas estaban oscuras.

Don Roberto trabajaba mucho y dormía profundamente. La señora Valentina tomaba pastillas para dormir desde que se había casado con él. Los niños nunca se despertaban antes del amanecer. Nadie sabría si ella investigaba un poco más. María se dirigió al pequeño galpón de herramientas que estaba al fondo del jardín. Sus manos temblaron mientras buscaba a tientas una pala.

El metal frío se sintió pesado en sus palmas sudorosas. regresó al área donde la tierra estaba removida y se arrodilló. “Si no hay nada aquí, simplemente taparé el hoyo y volveré a dormir.” Se dijo. Nadie tiene que saber que estuve cabando como una loca en medio de la noche.

Hundió la pala en la tierra suelta con más fuerza de la necesaria. La primera palada salió increíblemente fácil, demasiado fácil para ser natural. La tierra había sido removida recientemente, sin duda alguna. Esa tierra no había estado así durante días o semanas. Alguien había estado cabando aquí en las últimas horas. Cabó otra palada, luego otra.

Sus manos comenzaron a sudar a pesar del frío de la madrugada y gotas de transpiración le rodaron por la frente a pesar del viento fresco. “Esto es una locura”, murmuró mientras seguía acabando con movimientos mecánicos. ¿Qué estoy haciendo? Si alguien me ve, van a pensar que me volví loca. van a despedirme. Van a llamar a la policía, pero algo más fuerte que la lógica y el miedo la empujaba a continuar.