#DOS hermanas quienes perdieron la vida tras un fuerte accidente vial, Ayer.…Ver más

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La imagen es dura. No da tregua. Es un collage que parece gritar lo que las palabras no alcanzan a explicar. Arriba, el rostro de una de ellas en blanco y negro, joven, con la mirada serena, acompañada por un lazo negro que anuncia luto, ausencia, final. A su lado, la otra hermana, como si aún estuvieran juntas, como si la vida no las hubiera separado de golpe. Abajo, la escena que nadie quiere ver: la calle abierta, el asfalto testigo mudo, un cuerpo tendido, un vehículo volcado, personas mirando sin saber qué hacer, sin poder hacer nada.

Ayer.

Ayer todavía respiraban. Ayer todavía eran dos.

Salieron juntas, como tantas veces. Dos hermanas que compartían más que sangre: compartían historias, risas, silencios que solo ellas entendían. Crecieron aprendiendo a cuidarse una a la otra, a caminar juntas incluso cuando el mundo parecía torcido. Donde iba una, iba la otra. Así habían sido siempre.

El camino parecía uno más. Un trayecto cotidiano, sin presagios. No hubo advertencias, ni señales claras. Solo segundos. Un instante basta para que todo se rompa. Un ruido seco. Un impacto brutal. El cuerpo no tiene tiempo de reaccionar, el alma tampoco.

La calle se llenó de confusión. Frenos, gritos, miradas paralizadas. El vehículo quedó volcado como una metáfora cruel: la vida dada vuelta, sin orden, sin sentido. En el asfalto, la quietud más temida. Esa que no responde, esa que ya no vuelve.

Dicen que una murió al instante. La otra, que aún respiraba cuando llegaron los primeros auxilios. Pero el destino ya estaba escrito. Como si no supiera existir separadas. Como si una no pudiera seguir sin la otra.

Horas después, la noticia comenzó a circular. Primero como rumor, luego como confirmación. “Son dos hermanas”, decían. Y esa frase dolía más que cualquier detalle técnico del accidente. Porque no eran solo víctimas. Eran hijas. Eran hermanas. Eran todo para alguien que ahora tendría que aprender a vivir con un silencio imposible.

En casa, las esperaban. Tal vez una madre preparando algo de comer. Tal vez alguien mirando el reloj, pensando que ya estaban por llegar. Nadie está preparado para recibir una llamada así. Nadie aprende a escuchar que ya no habrá regreso.

La imagen superior se volvió homenaje. La inferior, herida abierta. Juntas cuentan la historia completa: quiénes eran y cómo se fueron. No hay justicia que repare, no hay explicación que calme. Solo queda el recuerdo, la pregunta eterna de por qué, y la ausencia que se instala para siempre.

Dos hermanas. Un mismo destino. Un ayer que se convirtió en luto.

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