
Localizan en bolsas negras el cue… Ver más
Localizan en bolsas negras el cue… Ver más

El hallazgo ocurriĂł cuando el sol apenas comenzaba a levantar la neblina de la madrugada. En un terreno olvidado, donde la maleza crece sin permiso y el silencio pesa más que el polvo, algo rompiĂł la rutina de los dĂas iguales. No fue un grito, ni un disparo. Fue una presencia muda, una verdad envuelta en plástico negro, abandonada como si no hubiera tenido historia.
Las bolsas yacĂan entre pasto seco y hojas caĂdas, ocultas a medias, como si alguien hubiera confiado en que la naturaleza se encargarĂa de borrar lo ocurrido. Pero la naturaleza no olvida. Solo espera. Y aquella mañana decidiĂł hablar.
Una mano asomaba entre el plástico rasgado. Inmóvil. Pálida. Era lo único visible, y bastó para detener el tiempo de quien la vio primero. Porque una mano asà no pertenece al descuido. Pertenece a alguien que alguna vez sostuvo otra mano, que tocó una puerta, que trabajó, que tuvo nombre.
El viento movĂa ligeramente las bolsas, produciendo un sonido inquietante, casi un susurro. ParecĂa un lamento bajo, como si la tierra misma estuviera intentando contar lo que habĂa pasado allĂ durante la noche o quizá dĂas atrás. Nadie sabĂa cuánto tiempo llevaba ese cuerpo ahĂ. Nadie querĂa imaginarlo.
Poco a poco, el lugar se llenĂł de miradas. Miradas curiosas, miradas asustadas, miradas endurecidas por haber visto demasiado. Las cintas amarillas aparecieron despuĂ©s, tratando de imponer orden donde ya no quedaba nada que ordenar. El terreno baldĂo se convirtiĂł en escena. La escena, en noticia. Y la noticia, en otro nĂşmero más.
Pero antes de ser “el cuerpo localizado en bolsas negras”, hubo una vida.
Quizá fue alguien que saliĂł de casa con la promesa de volver. Alguien que dejĂł una taza a medio lavar, una cama sin tender, un mensaje sin responder. Tal vez alguien que no tenĂa a quiĂ©n avisar que no regresarĂa. Porque tambiĂ©n existen las muertes que no son esperadas por nadie.
Las bolsas negras no solo ocultaban un cuerpo. Ocultaban preguntas. ¿Quién fue? ¿Por qué terminó as� ¿En qué momento la violencia se volvió tan cotidiana que ya no sorprende encontrar restos humanos como si fueran basura?
Los vecinos hablaban en voz baja. Algunos decĂan no haber escuchado nada. Otros aseguraban que, por las noches, los vehĂculos se detienen ahĂ con frecuencia. Todos coincidĂan en algo: el miedo ya vivĂa entre ellos desde antes, pero ahora tenĂa forma.
Mientras los peritos trabajaban, el sol subĂa sin vergĂĽenza, iluminando cada detalle. La maleza, el plástico, la mano. La vida seguĂa alrededor, indiferente. Los pájaros cantaban. El mundo no se detuvo por ese cuerpo abandonado. Nunca lo hace.
Y sin embargo, en algĂşn lugar, alguien iba a sentir un vacĂo imposible de explicar. Una llamada que no llegarĂa. Un nombre que no volverĂa a responder. Una ausencia que dolerĂa sin saber aĂşn por quĂ©.