#ÚltimaHora Detiene a César Duarte, exgobernador de Chihuahua.

#ÚltimaHora Detiene a César Duarte, exgobernador de Chihuahua.

La mañana del 8 de diciembre de 2025 amaneció con un aire distinto en Chihuahua. No era solo el frío que se colaba por las calles ni el cielo despejado que anunciaba un día aparentemente normal. Era esa sensación invisible, pesada, como si algo estuviera a punto de romper el silencio que durante meses había cubierto un nombre que parecía condenado a no desaparecer nunca de la conversación pública: César Duarte.

A las afueras de su domicilio, la rutina parecía seguir su curso. Un vehículo estacionado, el murmullo lejano de la ciudad despertando, el tiempo avanzando sin avisar. Duarte salió con paso lento, vestido de manera sencilla, rumbo a una cita médica. No había cámaras, no había discursos, no había reflectores. Solo un hombre que, durante años, había sido uno de los rostros más poderosos del norte del país, caminando ahora bajo el peso de una historia que lo alcanzaba una vez más.

Minutos después, la escena cambió por completo. Elementos de la Guardia Nacional aparecieron, firmes, silenciosos, rodeándolo con una calma que contrastaba con la carga del momento. No hubo forcejeos. No hubo palabras elevadas. Solo la notificación clara: estaba asegurado. El exgobernador de Chihuahua era detenido nuevamente, ahora por la Fiscalía General de la República, bajo acusaciones de operaciones con recursos de procedencia ilícita. Lavado de dinero. Palabras que, al pronunciarse, parecían reactivar viejas heridas abiertas en la memoria colectiva.

Las imágenes comenzaron a circular casi de inmediato. Patrullas oficiales, uniformes tácticos, luces encendidas. Duarte, con el rostro cubierto por un cubrebocas, escoltado por agentes armados. Las manos al frente, el cuerpo rígido, la mirada perdida en algún punto que solo él podía ver. Era el contraste absoluto: el hombre que alguna vez gobernó Chihuahua, ahora avanzando en silencio hacia las instalaciones de la FGR, “en calidad de presentado”.

Para muchos, la escena fue un déjà vu. En junio de 2022, su nombre había vuelto a ocupar titulares cuando fue extraditado de Estados Unidos a México por delitos de peculado y asociación delictuosa. Aquel episodio había marcado un antes y un después. La caída desde el poder ya no era simbólica; era real, documentada, judicializada. Sin embargo, el tiempo pasó, los procesos avanzaron, y en junio de 2025 Duarte obtuvo la libertad condicional, portando un brazalete electrónico, tras ser absuelto del delito de enriquecimiento ilícito.

Para algunos, aquello fue el cierre de una etapa. Para otros, apenas una pausa.

Y este 8 de diciembre, esa pausa terminó.

El traslado a la Fiscalía General de la República fue rápido, escoltado, casi quirúrgico. Afuera, el ambiente se volvió tenso. Abogados, medios de comunicación, curiosos. Las preguntas flotaban en el aire: ¿habría imputación formal?, ¿se trataba solo de diligencias iniciales?, ¿volvería a pisar una celda? Sus defensores aguardaban, atentos, intercambiando miradas, conscientes de que cada minuto podía definir el rumbo del caso.

Dentro del edificio, el silencio era distinto. No era el silencio de la expectativa, sino el de la gravedad institucional. Un expediente más grueso, nuevas líneas de investigación, movimientos financieros bajo la lupa. El nombre de César Duarte escrito otra vez en documentos oficiales, asociado ahora a un nuevo proceso por lavado de dinero que había trascendido apenas horas antes.

Mientras tanto, afuera, la noticia se esparcía como pólvora. Redes sociales, noticieros, conversaciones de café. Opiniones divididas, recuerdos del pasado, exigencias de justicia. Para algunos, era una señal de que la historia aún no estaba escrita. Para otros, la confirmación de que el poder no borra las huellas que deja.

La tarde avanzó lentamente. El sol comenzó a caer, tiñendo de sombras las calles cercanas a la FGR. Duarte permanecía dentro, en calidad de presentado, esperando lo que vendría después. No había sentencia aún, solo preguntas. No había cierre, solo la certeza de que el pasado, por más que se intente dejar atrás, siempre encuentra la forma de regresar.

Y así, una vez más, el nombre del exgobernador quedó suspendido en el tiempo, entre la libertad y la imputación, entre la memoria de lo que fue y la incertidumbre de lo que será. Porque en México, algunas historias no terminan: se reescriben, una y otra vez, frente a los ojos de todos.

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