🔴Asesin4n a mujer comandanta de la policía municipal de Culiacán en la carretera Culiacán–Navolato; iba de regreso a casa⬇️

🔴Asesin4n a mujer comandanta de la policía municipal de Culiacán en la carretera Culiacán–Navolato; iba de regreso a casa⬇️

La noche había caído sobre Culiacán con ese silencio engañoso que solo conocen quienes trabajan para proteger a otros. Era el final de una jornada larga, de esas que se sienten en los hombros y en el alma. Nayeli, con 42 años de vida y más de 14 entregados al servicio, encendió su camioneta pensando en lo mismo de siempre: llegar a casa, quitarse el uniforme, abrazar a los suyos y descansar un poco antes de volver a salir al día siguiente.

No imaginaba que ese camino sería el último.

Había dedicado su carrera a cuidar a quienes muchas veces no podían defenderse solos. Como Comandante de la Unidad Red Púrpura, Nayeli era conocida por su firmeza, pero también por su sensibilidad. Mujeres y niños encontraban en ella no solo a una autoridad, sino a una aliada. Sabía escuchar, sabía proteger, sabía ponerse de pie incluso cuando el miedo rondaba.

Esa noche, al terminar su turno, tomó la carretera Culiacán–Navolato. El trayecto le era familiar. Lo había recorrido decenas, quizá cientos de veces. Los árboles, las luces lejanas, el asfalto oscuro… todo parecía normal. Demasiado normal.

A la altura del ejido Los Alamitos, la oscuridad se rompió de golpe.

El sonido seco de los disparos cortó la tranquilidad. La emboscada fue rápida, brutal, sin oportunidad de reacción. Su camioneta Nissan X-Trail negra fue interceptada y atacada con una violencia que no dejó espacio para la defensa. Nayeli intentó mantener el control, pero las heridas eran demasiado graves. El vehículo salió de la cinta asfáltica y terminó volcado, estrellándose contra un domicilio cercano.

En minutos, la zona se llenó de luces rojas y azules. Sirenas, voces apresuradas, pasos que corrían con la esperanza de llegar a tiempo. Paramédicos y corporaciones de seguridad hicieron lo imposible… pero ya no había nada que hacer. Nayeli había perdido la vida de manera instantánea a causa de las heridas de bala.

La noticia cayó como un golpe seco en la corporación, en su familia, en la comunidad. No solo había muerto una oficial. Había sido asesinada una mujer que dedicó su vida a proteger a otras mujeres y a niños. Una comandante que salió a trabajar como tantas veces, creyendo que regresaría a casa.

En la carretera quedaron las marcas del ataque, la camioneta destrozada, el silencio pesado que llega después de la violencia. Y en los corazones, una mezcla de rabia, tristeza e impotencia. Porque Nayeli no era un número, ni una nota más. Era una madre, una compañera, una protectora, una mujer valiente que eligió servir incluso sabiendo los riesgos.

Hoy, su nombre resuena con fuerza. Hoy, su ausencia duele. Y hoy, su historia exige justicia.

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