Dejo a si hijo en el supermercado y cuando regreso a buscarlo ya era tard…Ver más

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Niño de 9 años muere tras ser mordido por una serpiente en Urrao, Antioquia

Urrao, Antioquia – La comunidad del municipio de Urrao, al suroeste del departamento de Antioquia, está sumida en el luto tras la trágica muerte de un niño de 9 años que fue mordido por una serpiente mientras jugaba en una zona rural del corregimiento Encarnación.

El lamentable suceso ocurrió en horas de la tarde del pasado martes, cuando el pequeño, identificado como Dilan David Montoya, salió a jugar cerca de una quebrada junto a otros niños de la vereda. Según testigos, el menor habría pisado accidentalmente al reptil mientras corría descalzo, lo que provocó la mordedura.

Los gritos del niño alertaron a los adultos, quienes acudieron rápidamente al lugar. Al percatarse de la mordedura, lo trasladaron en moto hasta el centro de salud más cercano. Sin embargo, debido a la lejanía y a las precarias condiciones de las vías rurales, el traslado tardó más de una hora.

Al llegar al centro médico de Urrao, los profesionales de salud hicieron todo lo posible para estabilizar al menor, pero lamentablemente ya presentaba signos avanzados de envenenamiento. El antídoto necesario no se encontraba disponible de inmediato, y el niño fue remitido a un hospital de mayor complejidad en Medellín. Tristemente, Dilan falleció antes de llegar al lugar, debido a un paro cardiorrespiratorio.

La tragedia ha encendido las alarmas en las zonas rurales del departamento, donde la presencia de serpientes venenosas es común, pero los recursos médicos para atender este tipo de emergencias son escasos. Autoridades locales y líderes comunitarios han exigido al gobierno departamental una mayor dotación de sueros antiofídicos en las clínicas rurales y mejor infraestructura para el traslado de pacientes.

“Esta muerte pudo haberse evitado. No podemos seguir perdiendo vidas por la falta de recursos. Necesitamos que las instituciones de salud estén preparadas para emergencias como esta”, expresó angustiada doña Sandra Pérez, vecina de la familia del menor.

El cuerpo del pequeño Dilan fue velado en la escuela rural de la vereda, donde compañeros, maestros y vecinos se acercaron a despedirse en medio de lágrimas y oraciones. Sus padres, visiblemente afectados, pidieron respeto a su dolor y justicia para que este caso no se repita con otro niño.

El Instituto Nacional de Salud recordó que Colombia es uno de los países con mayor diversidad de serpientes venenosas en América Latina y que cada año se reportan más de 4.000 casos de mordeduras, muchas de ellas en zonas rurales donde el acceso a atención médica inmediata es limitado.

La tragedia de Dilan David Montoya no solo enluta a su familia, sino que deja al descubierto una vez más las fallas estructurales del sistema de salud rural en el país. Un llamado urgente a no dejar solas a las comunidades que viven en las regiones más apartadas de Colombia.

El Secreto de los Gemelos en la Acera

El Secreto de los Gemelos en la Acera

Era una tarde fría en São Paulo.
El ruido del tráfico y las bocinas llenaba la avenida cuando el multimillonario Pedro Monteiro bajó de su coche negro para dar un breve paseo.
Acababa de salir de una reunión tensa — con la cabeza llena de números, plazos y decisiones — cuando un llanto débil rompió el ruido de la ciudad.

En la acera, una mujer yacía desplomada, pálida y temblando, con una bolsa gastada a su lado.
A su alrededor, dos bebés gemelos lloraban desesperados, tirando de la manga de su madre para intentar despertarla.

Sin pensarlo dos veces, Pedro corrió hacia ellos.
— ¿Señora, me escucha? — preguntó, arrodillándose a su lado.

No hubo respuesta.Se quitó el saco y cubrió sus hombros con cuidado, mientras una pequeña multitud comenzaba a reunirse.

Pero al mirar a los bebés, Pedro se quedó paralizado.

Tenían los mismos ojos azules que él.
El mismo cabello castaño.
Incluso el mismo hoyuelo en la mejilla izquierda que lo acompañaba desde niño.
Era como mirar dos pequeñas versiones de sí mismo.

Pocos minutos después, llegó la ambulancia y los paramédicos colocaron a la mujer en una camilla.
Cuando preguntaron con quién se quedarían los niños, los gemelos se aferraron a las piernas de Pedro y comenzaron a llorar aún más fuerte.

— Señor — dijo uno de los socorristas en voz baja — parece que lo conocen.

Mientras la ambulancia se alejaba, Pedro quedó allí, inmóvil en medio de la calle, sosteniendo a los dos bebés en brazos, rodeado de flashes de curiosos —
el millonario de traje impecable, abrazando a dos hijos de una mujer desconocida… idénticos a él.

Esa noche, Pedro no pudo dormir.La imagen de aquellos rostros — su propio reflejo — lo atormentaba.A la mañana siguiente, llamó a su abogado.

— Descubra quién es esa mujer. Ahora.

Horas más tarde, el informe llegó.
Su nombre era Camila Duarte — una exempleada de su empresa que había desaparecido hacía cinco años sin dejar rastro.Pedro sintió que el piso se le desmoronaba bajo los pies.La recordaba.

Una joven dedicada, dulce… y un breve romance que él había preferido olvidar.

Cuando llegó al hospital, encontró a Camila despierta, pero débil, con los ojos llenos de lágrimas.Lo miró en silencio — un silencio pesado, lleno de respuestas que él no quería oír.

En sus brazos, los gemelos dormían tranquilos, ajenos al torbellino que los rodeaba.

Pedro tragó saliva.
— ¿Son… mis hijos? — preguntó, con la voz entrecortada.

Camila asintió, dejando que las lágrimas cayeran por su rostro.
— Intenté decírtelo… pero me despidieron antes de que pudiera. Después, no quise nada de ti. Solo crié a mis hijos con lo poco que tenía.

Pedro se arrodilló junto a la cama, sin palabras.
Toda su fortuna, su poder y su prestigio no valían nada frente a esas dos pequeñas vidas — las que nunca supo que existían.

En ese instante comprendió que el destino lo había detenido en aquella acera por una razón.
Y por primera vez en muchos años, Pedro Monteiro lloró.

Porque, entre el concreto y el caos de São Paulo, no encontró solo a una mujer en apuros.
Encontró la verdad, el arrepentimiento… y los hijos que el tiempo le había ocultado.