LA EMPLEADA DESCUBRE EL SECRETO DEL BEBÉ DEL MILLONARIO… ¡SU REACCIÓN TE EMOCIONARÁ!

LA EMPLEADA DESCUBRE EL SECRETO DEL BEBÉ DEL MILLONARIO… ¡SU REACCIÓN TE EMOCIONARÁ!

La empleada descubre el secreto del bebé del millonario. El bebé no lloraba y eso era exactamente lo que más me aterrorizaba. Paloma Rivera nunca pensó que el silencio de un bebé podría ser más inquietante que sus gritos, pero ahí estaba, parada en la puerta del cuarto infantil más lujoso que había visto en su vida, observando al pequeño Andrés de 8 meses, que yacía en su cuna dorada, completamente inmóvil, con los ojos abiertos, pero perdidos en algún punto del techo.

Era su primer día trabajando en la mansión de Sebastián Morales. el magnate tecnológico más joven de la ciudad y ya algo no encajaba. Señora Paloma, la voz cortante de Esperanza Morales la sobresaltó. La madre del patrón apareció detrás de ella como una sombra elegante, pero intimidante. ¿Qué hace aquí arriba? Disculpe, señora Esperanza.

Escuché, bueno, no escuché nada, por eso subí a revisar si el bebé estaba bien. Los ojos grises de esperanza se endurecieron. Andrés está perfectamente. Su trabajo es limpiar la planta baja, no andar usmeando en los cuartos familiares. Paloma miró una vez más hacia la cuna. El bebé seguía en la misma posición, inmóvil como una muñeca. Es que me pareció extraño que no hiciera ruido.

Mi hija Sofía a esa edad. Su hija no es mi nieto. Cortó Esperanza sec. Andrés es un bebé muy tranquilo. Eso es todo lo que necesita saber. Pero Paloma había criado a Sofía sola desde los 16 años. Conocía la diferencia entre un bebé tranquilo y algo más.

En los ojos de Andrés había una ausencia que la inquietaba profundamente. Por supuesto, señora, no volverá a pasar. Esperanza la estudió con desconfianza. Más le vale. Esta familia ha pasado por suficiente desde la muerte de mi nuera. No necesitamos empleadas entrometidas. Cuando Esperanza se alejó, Paloma echó un último vistazo al cuarto. Andrés finalmente había movido la cabeza.

Pero sus ojos seguían con esa mirada vacía que le erizaba la piel. Bajó a la cocina donde la cocinera Carmen preparaba el almuerzo. “¿Ya conociste al angelito?”, preguntó Carmen sin levantar la vista de sus verduras. Angelito Andrés, así le decimos todos, es el bebé más tranquilo del mundo. Nunca llora, nunca hace berrinches. Carmen hizo una pausa. A veces hasta miedo lo quieto que está. Miedo.

Carmen miró hacia las escaleras, asegurándose de que nadie más las escuchara. Mira, yo llevo trabajando aquí desde antes de que naciera Andrés. Su mamá, que en paz descanse, estaba muy preocupada durante el embarazo. Iba mucho al doctor por complicaciones. No sé exactamente, pero después de que nació y ella murió, Carmen se persignó.

El señor Sebastián cambió completamente y doña Esperanza se volvió muy protectora con el niño. Nadie puede acercarse mucho a él. Paloma sintió un nudo en el estómago y el bebé siempre ha sido así de callado. Desde que nació, los doctores vienen seguido, pero siempre por la entrada de servicio. Y doña Esperanza nos ha dicho a todos que si alguien hace preguntas sobre Andrés, nos van a despedir inmediatamente.

En ese momento, Sebastián Morales entró a la cocina. Alto, de cabello oscuro, despeinado y ojeras profundas, llevaba un traje arrugado como si hubiera dormido con el puesto. “Carmen, ¿has visto a Se detuvo al ver a Paloma? Ah, usted debe ser la nueva empleada. Paloma Rivera. Señor Morales, un placer conocerlo. Sebastián la estudió con ojos cansados. Era guapo, pero había algo roto en su mirada.

Esperanza ya le explicó sus responsabilidades. Sí, señor. Limpieza de la planta baja y y nada más. Interrumpió Esperanza apareciendo nuevamente. Paloma, veo que ya conoció a mi hijo Sebastián. Ella estaba husmeando en el cuarto de Andrés. No estaba usmeando, se defendió Paloma. Solo me preocupé por la falta de ruido. Sebastián frunció el ceño. Falta de ruido. Andrés estaba muy quieto.

Como madre uno se acostumbra a ciertos sonidos y cuando no los escucha. Usted tiene hijos dijo Sebastián. Y por primera vez su voz se suavizó ligeramente. Una hija Sofía de 4 años. Esperanza intervino rápidamente. Sebastián, no tienes tiempo para charlas. Tu junta con los inversionistas es en una hora.

Pero Sebastián siguió mirando a Paloma. ¿Cómo está criando sola a su hija? Desde que nació su padre, bueno, digamos que no estaba preparado para la responsabilidad. Algo cambió en la expresión de Sebastián. Debe ser difícil. Lo es, pero Sofía es mi mundo. Haría cualquier cosa por ella. Esperanza carraspeó con impaciencia. Sebastián, ya escuché, mamá. Se dirigió a Paloma.

Si necesita algo, puede pedírselo a Carmen. Y vailó. Gracias por preocuparse por Andrés. No muchas personas lo hacen. ¿Cómo no preocuparse? Es solo un bebé. Sebastián la miró con una expresión extraña, como si esas palabras significaran más de lo que ella entendía. Exacto. Es solo un bebé.

Después de que se fue, Esperanza se acercó a Paloma con gesto amenazador. Escúcheme bien, señora Rivera. Mi hijo está pasando por un momento muy difícil. La muerte de su esposa lo destrozó y criar a Andrés solo no ha sido fácil. No necesita empleadas que le creen más problemas con preguntas innecesarias. No era mi intención. Su intención no importa.