🚨Captur4n en #Durango a “El Lim0nes”, jef3 de plaza y operad0r financier0 del grup0 crimin4l “L0s Cabrera”.
La madrugada cayó pesada sobre Durango. El silencio de las calles no era normal, era ese silencio tenso que antecede a los momentos que cambian historias. En algún punto de la ciudad, luces apagadas y radios encendidos marcaban el pulso de una operación que llevaba meses gestándose en las sombras.
Durante años, comerciantes y ganaderos habían vivido con miedo. Teléfonos que sonaban de madrugada, voces amenazantes, cuotas impuestas a la fuerza, miradas vigilantes desde camionetas sin placas. Nadie decía nada en voz alta, pero todos sabían que detrás de ese terror había nombres, rutas de dinero y una estructura bien organizada.
Esa noche, el cerco se cerró.
Elementos de la Secretaría de Marina, Defensa, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y la Fiscalía General de la República avanzaron con precisión. No hubo gritos, no hubo disparos al aire. Solo pasos firmes, órdenes breves y la certeza de que el objetivo estaba cerca. Edgar “N”, alias “El Lim0nes”, no era un hombre cualquiera: era señalado como jefe de plaza y operador financiero, el cerebro que movía los hilos del dinero sucio, el que convertía amenazas en billetes y el miedo en ganancias.
Cuando finalmente fue asegurado, el tiempo pareció detenerse. Un rostro serio, la mirada fija, los ojos cubiertos. Detrás de él quedaban historias rotas: negocios cerrados, familias endeudadas, noches sin dormir. Para muchos, su captura no era solo una detención… era un respiro.
Las investigaciones revelaron lo que durante tanto tiempo se sospechó. Operaciones irregulares, extorsiones sistemáticas, fraudes cuidadosamente planeados. El dinero no solo pasaba de mano en mano: se lavaba, se ocultaba, se multiplicaba. Cada peso tenía detrás una amenaza, cada cifra un nombre que calló por miedo.
Durante el operativo se aseguraron armas largas, una granada y equipo táctico. Objetos fríos, pesados, diseñados para imponer terror. Verlos sobre una mesa, ya sin dueño, fue para muchos la prueba de que algo estaba cambiando.
No es el final de la historia. Las autoridades lo saben y la gente también. Pero esa noche, en Durango, algo se movió. Un golpe directo a las redes de extorsión. Una señal de que incluso quienes parecían intocables pueden caer.
Mientras la ciudad despertaba al amanecer, algunos comerciantes abrieron sus puertas con un poco menos de miedo. Otros simplemente respiraron profundo. Porque a veces, la justicia no llega con aplausos ni festejos… llega en silencio, cuando por fin el terror pierde un nombre.
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