🙏Dice ADIÓS Dilan , el niño que fallece por…Ver más

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El silencio de esa habitación no era normal. No era el silencio de la noche ni el de una casa dormida. Era un silencio pesado, de esos que aplastan el pecho y hacen difícil respirar. En el centro, un pequeño ataúd blanco. Demasiado pequeño. Demasiado liviano para cargar un dolor tan grande. Alrededor, velas encendidas temblaban como si también supieran que no deberían estar ahí.

Dilan se llamaba. Un nombre corto para una vida que apenas comenzaba. Un niño de sonrisa amplia, de esas que no piden permiso y se quedan en la memoria para siempre. En la foto, su risa parece moverse, como si aún estuviera jugando, como si todo fuera una confusión terrible de la que en cualquier momento despertaremos.

Pero no.
Esta vez no es un error.
Esta vez es despedida.

Dicen “adiós” en voz baja. Algunos no pueden decirlo en voz alta. Porque decir adiós a un niño rompe algo por dentro que ya no vuelve a encajar igual. Dilan debía estar corriendo, ensuciándose las manos, preguntando por qué el cielo es azul. No debía estar rodeado de flores ni de rezos, ni de adultos con los ojos hinchados de tanto llorar.

Las manos pequeñas que antes buscaban abrazos hoy descansan inmóviles. La risa que llenaba la casa ahora vive solo en recuerdos que duelen. Cada vela encendida es una promesa de no olvidarlo. Cada lágrima que cae es una forma torpe de decir “perdón”, aunque nadie sepa exactamente por qué.

Su familia lo mira una última vez intentando grabar cada detalle. El rostro tranquilo. La paz que contrasta cruelmente con el caos que llevan por dentro. Hay preguntas que nadie se atreve a formular. Hay culpas que no existen, pero que igual pesan. Hay un vacío que ya se instaló y que no entiende de consuelos.

Afuera, el mundo sigue. Los autos pasan. La gente camina. El tiempo no se detiene, y eso duele aún más. Porque para quienes amaron a Dilan, el tiempo sí se rompió. Se partió en un antes y un después que jamás será justo.

“Era solo un niño”, repite alguien.
Como si eso lo hiciera más entendible.
Como si alguna vez pudiera serlo.

Hoy no se despide solo un nombre. Se despiden futuros no vividos, cumpleaños que no llegarán, sueños que nunca se dirán en voz alta. Se despide una risa que ya no sonará en los pasillos de la casa. Se despide una presencia que, aun ausente, será eterna.

Dilan no se va del todo. Vive en cada recuerdo, en cada foto, en cada “¿te acuerdas cuando…?”. Vive en el amor que dejó sembrado sin saberlo. Y aunque su paso fue corto, su huella es inmensa.

Descansa en paz, pequeño.
Aquí abajo, tu ausencia grita.
Allá arriba, ojalá tu risa vuelva a correr libre.

Detalles en la sección de comentarios.