😥APRATOSO ACCIDENTE deja sin vida al Reconocido Músico…ver más

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La noche estaba viva, cargada de sonidos que solo la madrugada conoce. En algún punto, las luces de los negocios seguían encendidas, los semáforos parpadeaban con paciencia y la ciudad respiraba sin imaginar que estaba a punto de perder una de sus voces. El músico había terminado de tocar. Tal vez aún llevaba en la piel el eco de los aplausos, ese calor breve que queda después de una presentación. Nadie se despide pensando que es la última vez.

El trayecto parecía corto. Un regreso más, una calle conocida, un cruce cualquiera. Pero el destino, caprichoso y brutal, decidió interrumpir la melodía. El impacto fue seco, ensordecedor, definitivo. El sonido del metal vencido reemplazó a la música, y el silencio cayó como una losa sobre la escena. La calle quedó marcada, no solo por los restos del accidente, sino por una ausencia que ya no se podía negar.

Las imágenes muestran lo que quedó: peritos caminando con pasos medidos, trajes blancos iluminados por luces frías, cables y objetos esparcidos como notas rotas sobre el asfalto. Ahí donde antes había ritmo, ahora hay quietud. Ahí donde había manos que tocaban, ahora hay instrumentos callados, mudos, esperando a quien no volverá.

Dicen que era reconocido. Pero más allá del reconocimiento, era alguien que vivía de la música, que encontraba en cada acorde una forma de decir lo que las palabras no alcanzan. Era alguien que convertía noches comunes en recuerdos, que hacía cantar a desconocidos, que acompañaba penas y celebraciones sin saberlo. Hoy, esas canciones quedan suspendidas, flotando en la memoria de quienes alguna vez lo escucharon.

La noticia corrió rápido, como siempre pasa con las tragedias. Mensajes que no encuentran respuesta, llamadas que se cortan en llanto, nombres que se repiten con incredulidad. Nadie quiere creerlo. Porque los músicos, en cierta forma, parecen eternos. Siguen sonando incluso cuando no están. Pero esta vez, la realidad fue implacable.

El lugar quedó acordonado, pero el dolor no se puede encintar. Se metió en las casas, en los teléfonos, en los pensamientos de quienes lo conocieron y de quienes solo lo habían escuchado una vez. La ciudad siguió, los autos pasaron, las luces cambiaron. El mundo no se detuvo. Nunca lo hace. Y esa es quizá la parte más cruel.

En la madrugada, mientras los peritos terminaban su trabajo, alguien pensó en la última canción que tocó. En la última risa. En el último “nos vemos”. Pensó en todo lo que no se dijo, en todo lo que quedó pendiente. Porque así son los accidentes: no avisan, no negocian, no esperan a que uno esté listo.

Hoy, la música suena distinta. Más baja. Más triste. Falta una voz, falta un ritmo, falta alguien que no debió irse así. Y aunque el escenario quede vacío, aunque las calles borren las huellas del choque, hay algo que no se borrará: el recuerdo de quien convirtió sonidos en emociones y dejó una marca imposible de olvidar.

Esta noche, la ciudad perdió a un músico.
Y el silencio, por un momento, ganó.

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